Redacción: Juan Esteban Gómez Bernal.
La política colombiana y la brujería han tenido una relación de larga data, desde magia negra, esoterismo y adivinación, hasta chamanes, brujas y videntes, son usados y consultados por la clase política en diversas situaciones, sea para aprobar una ley, para conseguir votos y ganar las elecciones o para perjudicar a un rival político.
El más reciente caso del que se tiene noticia se dio en el congreso con motivo de la discusión del acuerdo de Escazú, el representante a la cámara Óscar Villamizar denunció el uso de veladoras y muñecos que según él servían para rituales de tipo vudú usados por el partido de gobierno para conseguir que se aprobara el proyecto de ley en cuestión.
Aunque luego se dio a conocer que el muñeco que confundió al representante Óscar Villamizar no es en realidad un muñeco vudú, sino una representación del frailejón “Ernesto Pérez”, el cual es una caricatura creada a partir de la planta Espeletia más conocida como frailejón, y su sentido ha sido de todo menos la brujería, pues la caricatura se creó con el fin de comunicar un mensaje ambientalista en pro de la conservación del medioambiente.
En todo caso, que el anterior suceso no haya sido al final sino una confusión fruto de una performance y no un caso real de brujería, no significa que en casos anteriores la duda razonable también puede tener amplia cabida, es cuestión de observar las anécdotas de videntes que prestaban servicios a la fiscalía encabezada en su momento por el fiscal general Mario Igurán, o el chamán que Ernesto Samper llevó al palacio de Nariño con el fin de que detectara las malas energías en su contra; como estos existen muchos otros casos a lo largo de toda la historia nacional, por lo que se reafirma la díscola relación entre la política y lo místico.