En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de importantes avances en el empoderamiento de la mujer y la equidad de género. Sin embargo, cuando se trata del liderazgo de las mujeres en la política, persisten disparidades significativas, particularmente en América Latina y Colombia. A pesar de algunos avances, la brecha de género en la representación política sigue siendo un desafío persistente que exige atención y acciones urgentes.
América Latina ha logrado avances significativos en la promoción de la participación política de las mujeres. Varios países de la región han implementado cuotas de género y políticas de acción afirmativa para aumentar la representación de las mujeres en los órganos de toma de decisiones políticas. Como resultado de esto, se ha producido un aumento del número de mujeres que ocupan cargos políticos. Colombia no es la excepción, incluso las altas cortes han invalidado nombramientos de muy alto nivel por la ausencia de paridad en las candidaturas. Sin embargo, el camino que sigue es aún muy largo.
A pesar de que las mujeres representan casi la mitad de la población en Colombia, su representación en puestos de liderazgo político es desproporcionadamente baja. Las mujeres se enfrentan a muchos obstáculos, como prejuicios culturales, acceso limitado a los recursos y machismos arraigados que dificultan su ascenso político. Lo que ocurrió esta semana con Catalina Ortiz en Cali es muy diciente: muchos hombres en las redes sociales, antes de sancionar el impresionante y evidente machismo, buscaron teorías conspirativas para justificar todo lo ocurrido. Catalina representa uno de los liderazgos más significativos de la política caleña, pero su candidatura enfrenta unas desventajas que candidatos hombres no enfrentan. Estas barreras perpetúan la poca representación de las mujeres en las esferas políticas, limitando su capacidad de influir en las políticas públicas y las decisiones que afectan sus vidas.
Además, las consecuencias de la disparidad de género en el liderazgo político van más allá de la poca representación. Esto redunda en un ciclo de exclusión y fractura de los principios de la democracia. Sin voces y perspectivas diversas en la toma de decisiones, las necesidades y preocupaciones de las mujeres se pasan por alto, se ignoran, o se asumen de una forma condescendiente que lo único que hace es perpetuar los problemas. Esto profundiza las desigualdades de género y obstaculiza el avance hacia una sociedad más equitativa.
Este año tenemos elecciones regionales en Colombia. Es una oportunidad para avanzar pero también es un riesgo para retroceder — lo ocurrido con Catalina nos da muchas fuentes de preocupación -. La brecha de género persiste, obstaculizando la realización de una verdadera igualdad de género y la representación democrática. Para abordar este problema, es importante desafiar las normas sociales, implementar políticas efectivas de acción afirmativa y proporcionar apoyo y recursos a las mujeres que aspiran a entrar en política. Sólo amplificando las voces de las mujeres y garantizando su participación significativa podremos construir una sociedad más inclusiva, equitativa y próspera para todos.
Fuente: http://www.elcolombiano.com