El gas natural debería ser uno de los habilitadores para lograr una “transición energética justa”. Aunque muchos lo dan por sentado, Colombia puede preciarse de tener una de las matrices eléctricas más limpias del mundo. Gracias al gran peso que tiene la generación hidráulica, 70% de la capacidad instalada del país viene de fuentes renovables, un hecho que envidiaría cualquier otra nación.
Mientras que en la mayoría del mundo se están preguntando cómo reemplazar la generación proveniente del carbón, en Colombia podemos enfocarnos en expandir nuestra capacidad de energías renovables no convencionales – principalmente solar y eólica – partiendo de una posición de baja generación de emisiones.
Sin embargo, en este proceso no debe dejarse de lado la confiabilidad de nuestro sistema eléctrico. La generación hidráulica es vulnerable a sequías y las generación solar y eólica son, por su naturaleza, intermitentes. Para tener un sistema robusto y contra apagones, también debemos contar con capacidad de generación térmica de respaldo, que se pueda prender en “cualquier instante”, para lo cual las plantas de generación con gas natural son la opción menos contaminante. Tan es así que recientemente Europa decidió ratificar al gas natural como “energía verde”: su bajo nivel de emisiones frente a otros combustibles – como carbón, leña o gasolina – convierten al gas en la mejor opción de respaldo para un sistema eléctrico confiable.
Todo esto sin mencionar que Colombia es un país en el que millones de personas todavía cocinan con leña. ¿Preferimos esto a seguir expandiendo nuestra capacidad de gas natural? ¿De verdad estamos dispuestos a renunciar a un abastecimiento confiable? Porque la insistencia por parte del Gobierno en no entregar más contratos de exploración de gas natural ignora que nuestras reservas probadas han venido disminuyendo sistemáticamente en la última década. ¿Cómo respondería nuestro sistema eléctrico a las sequías de un fenómeno como El Niño si no tuviéramos un buen suministro de gas? Las controversias de esta semana frente a la poca rigurosidad del reporte con el que el ministerio justifica la decisión de no dar nuevos contratos de exploración muestran que el futuro del autoabastecimiento en el país es un problema que está lejos de ser resuelto.
El gas natural producido nacionalmente paga regalías y es más barato. No depende de las fluctuaciones internacionales. Es un privilegio que debemos mantener. Aún así, la única política consistente de este gobierno frente a tener un suministro “confiable” de gas natural parece ser depender de importarlo desde Venezuela. Tanto la ministra Vélez como el embajador Benedetti han insistido en la idea. Ni siquiera el ejemplo de Putin tratando de chantajear a Europa cortándoles el gas ha servido para moderar esa postura. ¿El gas que se extrae del otro lado de la frontera no genera emisiones?
Preocupa que el ruido de la importación de gas venga desde campaña: lo denunció Juan Manuel Galán como uno de los motivos para elegir adherirse a Rodolfo en lugar de Petro. Las ganas de Petro por importar gas venezolano anteceden tanto la conformación de su gabinete como el conocimiento de los informes con los que ahora se justifican sus decisiones.
La política energética del Gobierno pierde credibilidad con su insistencia por tratar de la misma forma al petróleo y al gas natural. Con la obstinación por importar gas desde Venezuela, más cuestionable se vuelve todavía….
Fuente: http://www.elcolombiano.com